martes, 6 de abril de 2021

Canal de YouTube

Empezamos una nueva etapa con un canal de Youtube para recitar poesía, contar historias y hablar de mitología. 

 

Si tenéis alguna sugerencia o petición sobre algún poema que os gustaría escuchar

                                                             ¡no dudéis en mandar un mensaje!


 

Os dejo el enlace por aquí:




lunes, 27 de abril de 2020

El ingreso mínimo vital, efeméride o catástrofe apocalíptica.



Estos días se está generando un debate en torno al ingreso mínimo vital, medida que el gobierno de coalición PSOE + UP piensa sacar adelante. La cual ha provocado un gran revuelo y ha sacado del armario viejas argumentaciones alarmistas y desproporcionadas por parte de las derechas y otras sumamente triunfalistas por parte de las izquierdas:


Primero habría que definir qué es el ingreso mínimo vital, en-sí no es más que un mecanismo económico para dar liquidez a quien no tiene ingresos declarados o tiene muy pocos. En el caso español se trataría de personas que ingresan una cantidad inferior a doscientos euros mensuales en el caso de ser para una persona y de cuatrocientos cincuenta siendo dos.


Respecto al montante a abonar, de momento se hipotetiza con una cantidad que ronda los quinientos el más bajo y a partir de ahí complementos en función de personas en el hogar e hijos a Cargo.[1]


Para entender cómo podría funcionar pongamos como ejemplo de lo que podría ser este Ingreso mínimo vital el salario social asturiano. La cantidad a abonar son 448.28[ii]€. Para poder acceder a él las personas demandantes tienen que cumplir una serie de requisitos[iii]. Una vez analizado el caso y aprobado, se procedería a realizar el ingreso.


Algunas cuestiones que conviene aclarar respecto a este salario social. No lo percibe una persona, sino una unidad económica de convivencia (UEC), es decir, quienes cohabitan en la vivienda, y no, no pueden percibirla los distintos miembros, sólo uno por UEC. Aclarado este punto cabe destacar otro más acerca de la intervención, pues en Asturias una vez solicitado y adjudicado este Salario Social se suscribe al Programa personalizado de incorporación social (PPIS) a la persona. Esto se hace para evitar el asistencialismo de la prestación económica.


A simple vista parece óptimo, pero la realidad es mas tozuda e imperfecta y las buenas ideas son irrealizables si no se dotan de personal y fondos. De esta forma la norma acaba siendo la falta de personal de intervención (de educadores sociales, psicólogos, trabajadores sociales, técnicos en integración social, etc.) y esto mismo genera que la medida sea meramente asistencialista. Y convirtiendo en muchos casos al personal en meros gestores de ayudas saturadosy los PPIS acaben siendo más un papel que una realidad. De esa saturación viene otro problema más, el tiempo de espera. Para recibir el salario social el plazo entre el inicio de la solicitud, la aceptación y el ingreso termina siendo de media de seis meses.


Una vez visto este ejemplo podéis ver como por sí sola esta no deja de ser una medida asistencialista que podría tomar cualquier tipo de gobierno ante una situación de desamparo de una parte de la población o ante una tesitura de crisis (como por ejemplo en la que nos encontramos). 


Ahora bien, hay que tener en cuenta que estas medidas siempre deben ir aparejadas de una parte social dado que la mayoría de las personas que se “benefician” de este tipo de ayudas tienen otras problemáticas a parte de las económicas. Esto quiere decir que necesitarían de una intervención específica de los Servicios Sociales correspondientes. Dicha intervención debería estar encaminada a la regulación emocional y la independencia económica, básicamente ser capaz de valerte por ti mismo. Y es aquí donde radica uno de los grandes fallos a la hora de tomar este tipo de políticas, no porque no tengan esa parte de intervención sino que en algunos casos está mal planteada y en la mayoría porque no tiene fondos para llevarse a cabo.


Precisamente al convertir este tipo de medidas en algo meramente asistencial el ingreso mínimo vital puede ocasionar problemáticas provenientes de esta medida y es que en vez de conseguir que las personas sean independientes se generan personas con una dependencia crónica del sistema de ayudas. Lógicamente la opción no es quitar las ayudas, porque entonces estaríamos condenándolas a la delincuencia o en el peor de los casos a la muerte porque lo problemas no desaparecen, siguen ahí. Además en el estado de alarma actual ¿qué hará alguien que no tiene que llevar a la boca y tiene que alimentar a su familia? Pues salir a intentar ganarse la vida y dar de comer a su familia.


Las derechas españolas (por suerte no todas como por ejemplo Luis de Guindos) han salido en tropel con aseveraciones realmente catastrofistas, de odio y confrontación y con unas argumentaciones torticeras. Un ejemplo claro de ello es el artículo de opinión que salió en vozpopuli de Alejo Vidal-Quadras[iv] donde por decir no dice nada absolutamente, nada al menos que tenga que ver con el ingreso mínimo vital o algún tipo de soluciones que aportar a los miles de españoles que tienen esta problemática. A lo que se ha dedicado es a “despotricar” contra el gobierno, eso sí, sin sentido ni rigor alguno.


Otro de los argumentos escuchados es: “Así nunca van a trabajar” Esta falacia lo que ignora es que lo que igual no quiere la gente es cobrar un salario de miseria y sin asegurar la mayoría de las horas que trabaja, realidad que se sigue dando en muchos casos, sobre todo en el sector turístico y de restauración.


Hay una realidad inapelable y es que la precariedad laboral lleva asociada irremediablemente el uso de los servicios sociales y la necesidad de este tipo de ayudas u otras. Siendo las personas perceptoras de este tipo de medidas parte de las mas vulnerables ante situaciones de explotación laboral.


Así mismo se hizo una campaña en twitter con el hashtag #DamePaguita. Porque es sabido que todo el mundo puede pagar comida, luz, agua, gas, alquiler o hipoteca, ropa, telefonía, etc con quinientos euros al mes. La verdad es que nadie o casi nadie puede tener una vida digna con este tipo de ingresos. Es curioso que las derechas nunca saquen algo similar con la explotación laboral o con el respeto a las condiciones de trabajo dignas.


En todo caso ahora mismo se trataría de una ayuda de subsistencia. Como ya se dijo arriba, la alternativa nunca puede ser dejar sin amparo a nadie, porque sería peor el remedio que la enfermedad.


Ahora bien, no se debe caer en el triunfalismo ni pensar que esta será una efeméride, pues los servicios sociales seguirán estando colapsados, seguirán funcionando de forma asistencialista si no se le pone remedio y seguirán teniendo titulaciones sin reconocer, en Asturias y algunas otras CCAA por ejemplo siguen existiendo estudios que no tienen categoría laboral alguna, como es el caso de los educadores sociales y los técnicos superiores en integración social entre otros y eso generan que todo lo invertido en la formación de ese personal y lo que puede aportar sea tirado a la basura. Estos son algunos de los problemas que tienen los servicios sociales actualmente, pero ese es otro debate.


En conclusión este ingreso mínimo vital no es ni una medida castro-chavista, ni una panacea. A corto plazo es un paliativo para una situación de necesidad en un estado de pandemia mundial y que puede servir de ayuda a muchos hogares que les urge. A largo plazo no debería ser considerado nada más que una pata (transitoria) hasta la búsqueda de la autonomía de la persona, lo cual no podrá lograrse sino se inicia un proceso de profesionalización y reorganización de los servicios sociales, pues mientras sigamos teniendo un sistema atomizado y colapsado de servicios sociales, el asistencialismo al igual que Thanos, será inevitable.




viernes, 1 de diciembre de 2017

Posdata

Mario hablaba de una nueva acepción, la cual añadiría la realidad completa a la memoria popular, lo expresaba así:

“[…] En la modesta plaza de una ciudad que figura en el atlas, suele erigirse un monumento a un personaje cuya posdata lo derrumbaría”

Las posdatas tumban leyendas de personas idolatradas a lo largo de la historia, como Aquiles que tal vez no fuera tan hábil o Guillermo Tell tan cierto. Pueda ser que ni existieran.

A veces contemplamos personas que desbordan nuestras expectativas, que nos maravillan, bien sea por su voz, su físico, su inteligencia, su humor, etc.

Llega un punto en el que esa persona torna en referente y se aleja de la esfera de lo normal para volverse cuasi-inexpugnable, sólo si se activan una serie de mecanismos, por ejemplo una opinión que nos choque, algo fuera de lugar, volverá al terreno de lo mundano. Pero ojo  a sus respuestas pues siempre es posible volver a esos altares de la nada.

En lenguaje coloquial a este acontecimiento se le llama fenómeno fan.

Hay muchos tipos de personas que pueden llegar a ser encumbrados, aunque sin duda los más retorcidos son aquellos que dominan la oratoria. Duda siempre de quien habla y no le entiendes, no dejes que las luces discursivas, esos recursos que quedan tan bien en las frases, cieguen el fondo de lo que se habla, hay que ver más allá de la apariencia para conocer la verdad, las intenciones.


Al fin y al cabo todas las personas tenemos posdata.



Imagen obtenida de:







martes, 21 de marzo de 2017

Historias de un día de la poesía

En prólogo.

Entra con tiento y sin tapujos
Entre corchetes y silencios
La melodía opaca con paso
Firme y difuso.

Capítulo 1.

Arranca en ciernes la marcha
Que labra el campo poco a poco
Mientras fragua la tierra con
Sudor y azada.

Capítulo 2.

Con las cabras por montera
Sube al monte galopante
Entre letras y pastoreo
Curte verso a verso sus andares.

Capítulo 3.

Ancha finca la del Alba
Que cultivan sus campestres
Y disfrutan de su jugo
Señoras y señores de opulento “ducaje”

Capítulo 4.

Tienen las señorías un Botín
En alta estima que relata
Las salvedades con sesgada tiranía
Y muestran en el circo su dilatada piratería.


Fin.

Sin litigio ni penuria
Se acaba este entramado
De historias y aranceles

De península, tierra y barro.




Cuadro Las espigadoras de  Jean-François Millet.


sábado, 28 de enero de 2017

Entre Hojas y Carruseles. (Primera parte)

      Se asomaba un nuevo día en París. Como siempre, los amaneceres aún soleados eran grisáceos y el cielo se cubría con un velo de nubes dando una sensación lúgubremente hermosa.
Me asomé por la ventana del hotel para observar este acontecimiento, que no por cotidiano dejaba de ser hermoso. Mientras el sol caminaba hacia su zenit yo tomaba un café y pensaba en que hacer, aún me quedaban tres días en París y lo único seguro, aparte de la reunión del martes, era mi visita al museo D´Orsay esa misma tarde. Sin nada claro después del ritual matutino me dirigí hacia el café Wilde, no era su nombre pero era famoso por las visitas del escritor y yo no lo recordaba.

    Tomé un café y saqué mi libreta de notas, era un pequeño block con tapa de cuero y mis iniciales grabadas en el interior que me habían regalado para mi cumpleaños, donde escribía pequeños poemas sobre mí alrededor.
Era una liberación, es como si el mundo se pusiera en blanco y estuviera sólo frente a aquello sobre lo que quisiera escribir. Era casi catárquico, me servía para cualquier situación de explosión emocional o de estabilidad mundana que quisiera plasmar con versos. Me encontraba en una etapa convulsa de mi vida donde mi principal preocupación era el tiempo y qué hacer con él. Sobre ello había escrito lo siguiente:

                               “En las manecillas del
                                Tiempo, el óxido se
                                Acumulaba en sus        
        Entresijos que se
        Van corroyendo conforme
        Avanzan y en cada
        Tic se aproxima
        El inevitable fin.

        Los engranajes
        Desgastados se
        Realentizan sobre
        Si mismos y
        De forma renqueante
        Avanzan.

          Con una fastuosa cotidianidad
          Las piezas se parando
          Y con el tiempo casi prestado
          Sin  ya dilación, se apagan”


    El café estaba mediado y frío, el tiempo que había estado abstraído fue el suficiente para que fuera intomable o cuando menos poco recomendable. Pero como me apetecía tomar otro hice de tripas corazón  y lo engullí antes de pedir. Está vez la vergüenza (estúpida todo sea dicho) venció al pudor.
Puse rumbo a un pequeño restaurante que se encontraba cerca del museo D´Orsay pues tenía planteado pasarme allí toda la tarde admirando las diferentes salas y escribiendo sobre ellas.
Pedí una tosta con tomate y jamón, la cual daba para comer pues era enorme. La acompañé de una Orangina (al cambio un Kas de naranja) que acompañado de la estética del lugar te hacía sentir como si viajaras a un bar de los EE.UU. en los años setenta.

    Si lo pienso fríamente soy un amante del folclore cultural, con bien poco me conformo y se me impresiona, al fin y al cabo me encanta viajar que junto a escribir forman parte esencial de mi aficiones, aunque esta primera no sea siempre posible con la frecuencia que me gustaría. Viajar, esa palabra hoy tan manida que muere poquito a poco en la soledad de las captaciones múltiples y veloces para acabar de fenecer en los muros con apogeo diario y rutina de olvido. Dejé de pensar en viajar, estaba en París y debía disfrutar los días de estancia aunque la entrevista saliera mal, al final era un trabajo más en una oficina, pero bueno era en París.

    Puse rumbo que estaba a cinco minutos. La antigua estación de tren ya se alzaba frente a mis ojos y su hermosa fachada se mezclaba con el río, lo cual generaba un paisaje inigualable.
La cola avanzaba rápido y el museo se abría ante nuestros ojos mientras el reloj central marcaba la hora.

Cogí una guía para conocer la disposición de las salas y si había una exposición nueva o algún evento especial, aunque realmente sabía que me pasaría horas frente a los acuchilladores de parqué de Gustave Caillebotte.
Me planté frente a las escaleras que me permitían bajar a las primeras salas y observé lo que antaño había sido un continuo paso de transeúntes por la estación y cómo había sido modificada para que ahora miles de personas se congregaran frente al arte. En medio de la sala se hallaba el reloj oro tan típico de las estaciones en los grandes filmes.
La mezcla de escultura y lienzo recorría las salas mientras los flashes y el clic de las cámaras se multiplicaban por segundos.

    Cuando me encontraba en la sala frente al autorretrato de Van Gogh, pensando en la paradoja de su vida donde su obra nunca obtuvo reconocimiento y tras defunción floreció exponencialmente, vi una mano blanca de refilón que se me acercó y me susurró al oído:

-Sí sigues mirando vas a desgastar el cuadro -Una leve sonrisa acompañada de una risa casi muda- ¿serías tan amable de sacarme una foto?

-Claro – Aún impresionado por su aparición, conmocionado por la belleza y un poco desilusionado porque probablemente se tratará de otra persona que iba al museo a pasear sin observar el arte, donde se sacara un par de fotos y sirviera para un efímero momento de “protagonismo” en alguna red social.
Muchas gracias, la verdad es que no suelo sacarme este tipo de fotos pero me gustaría tener un recuerdo por si algún día olvido todo –decía mientras esbozada una dulce sonrisa- aunque bueno, supongo que no te importara- se río esta vez con más fuerza- pero como te pasabas tanto tiempo delante del cuadro pensé que quizás tú también comprenderías la tragedia de su vida, tal vez hablo demasiado, lo siento ya no te molesto más- dijo mientras se giraba.


-No pasa nada, no molestas en absoluto – ella dejo de girarse y en un momento nos encontramos mirándonos fijamente donde sus ojos marrones chocaban con el verde de los míos- justamente estaba pensando en ello y se me pasaban un par de versos por la cabeza –dije mientras sonreía- soy algo así como un proyecto de poeta aunque lo hago más para mí que para el resto

-Como ha de ser la verdadera poesía – me contesto ella.

Me quedé sin palabras y mientras intentaba pensar algo que pudiera continuar aquella conversación nuestros ojos seguían mirándose y mi mente vaciaba por momentos. No sabía que decir, así que intenté algo automático.

-Te gustaría tomar un café, no conozco a nadie en París y la conversación me parece agradable – me sentía pedante y alejado de la realidad, ¿Quién dice “la conversación me parece agradable?” los nervios me poseían aunque los disimulaba, inesperadamente, bien.

-Me encantaría pero me tengo que ir a un compromiso en poco tiempo y aún me queda mucho museo que ver – sentí un aguijón en el pecho y una bola que me subía por la garganta-, si te parece podemos recorrerlo  juntos – toda esa tensión de repente se evaporó.

Pasamos por todas las salas mientras hablábamos de arte y nos preguntábamos sobre nuestra vida, aficiones, etc. Ella era profesora de una facultad especializada en historia del Arte, le gustaban la poesía y la literatura. Se iba a quedar en París hasta el martes por la mañana que era cuando salía su vuelo de regreso (al parecer ambos habíamos aprovechado la misma oferta de vuelo aunque desde diferentes coordenadas). Físicamente tenía una tez blanca, unos rasgos suaves pero definidos era más baja que yo, tenía el pelo largo y los labios color carmesí. Una mirada profunda que parecía ver en tu alma y un inesperado sentido del humor bastante absurdo.

Por fin llegamos al final y después de comprar unos libros y regalarnos una pequeña postal nos despedimos, intenté que me salieran las palabras para poder volver a verla esos días pero no fue posible, seguía demasiado nervioso y aunque había estado encantado con ella, nuevamente la vergüenza había ganado la batalla. Miré la postal que me había regalado, eran los acuchilladores de parqué –esbocé una sonrisa- y por algún motivo le di la vuelta y en su parte de atrás ponía: 


        “Siento que no hayas podido mirar a los acuchilladores hasta inspirarte, espero te sirva esta foto.
              Me ha gustado mucho conocerte y me gustaría verte pero no me atrevía a decírtelo directamente, te espero a las 22:00 en el restaurante Les Relais Gascon. Si no vienes lo entenderé.

                                                               Un beso”

Había aprovechado el momento de las tiendas de souvenirs para escribirme ese mensaje, y no me había dado ni cuenta, de ahí el rubor de sus ojos cuando se marchó tal vez con demasiada prisa y casi sin mediar palabra.

Era domingo, Estaba en París y el sol se escondía entre las nubes grises.





Foto de Mireya Ordiz Blanco.
                

martes, 17 de enero de 2017

Alzhéimer

Despierto un día más sobre las sábanas mientras entra la luz sorda por la ventana. El mundo gira sin demora y pienso que si me voy el engranaje seguirá su curso. ¿Cuánta gente pensará igual? Tal vez podría ser una pregunta recurrente en las mañanas, pero ni siquiera me acuerdo de ayer. ¿Qué sentirá el resto del mundo? ¿Habrá alguien que haya dejado de sentir?
Cojo mi bolígrafo mientras me sitúo en la mesita y comienzo a escribir:

La convencionalidad: Es uno de los mayores mitos sobre los que se asienta la realidad. Pero no en un sentido abstracto, sino en un sentido pragmático. ¿Qué es un convencionalismo? Se trata de esa serie de actuaciones reiterativas que se dan bajo un cúmulo de circunstancias y que si no se cumplen supondrá un descrédito social.

Te pueden acusar de: Ser un maleducado, sin empatía, o carente de sentimientos.

¿Ejemplos?
Entrar en un Hogar, institución, museo, centro religioso, monumento, etc. Sin quitar tu sombrero; decir buenos días cuando se entra a un lugar; apenarte bajo una defunción y un largo etcétera.

-Me niego categóricamente-

¿Acaso mi sombrero molesta?; he de saludar a alguien que no sea agradable para mí; debo mostrar respeto por una persona que ha perpetrado mil marrullerías por el simple hecho de morir. ¿La muerte nos iguala a todos? Lo único que iguala es la podredumbre que nos llega.
Misas, beatificaciones y silencios para quienes en cámara salen en la actualidad o aquellos relatores de la historia decidan incluir, pues al fin y al cabo si no se sabe escribir ¿Cómo hacerlo? Tirando del dicho: “Una de cal y otra de arena” para los retazos de recuerdos en las páginas y brillantina de memoria para los focos.

Por un momento posé mi bolígrafo con el cual descargo mi cruzada contra los convencionalismos y me limito a observar.
Hacía tiempo que vivía solo y realmente aparte de la apetencia por escribir y leer poco más me quedaba, ¿Sentir?
A veces reflexionaba sobre esa palabra tan manida por el tiempo, el uso y la vida. Cuando se consultaba a alguien sobre una problemática te decían “Déjate llevar por lo que sientes” otros en cambio “Piensa con la cabeza, no te dejes llevar por los sentimientos”
Sentir y razón ¿son antónimos irreconciliables?, esa era una duda pero la que más pasaba por mi cabeza era  ¿Qué pasa cuando no sientes?
Cuando simplemente hay ausencia, ¿acaso es vacío?  Se habrá terminado mi depósito y no habrá más emoción. 

Hay veces que intento repetir acciones del pasado para poder volver a sentir… Al cabo de un tiempo me doy cuenta que no es igual. A veces intento recordar pero ya no queda recuerdo… ¿Habrá alguien igual en algún lugar?

Imagen: Los relojes de Dalí



viernes, 25 de noviembre de 2016

A Fernando Macarro

Y sembrado el silencio cuando la lluvia repicaba en las ventanas la noticia llegaba, habías muerto. Llevabas un día en estado grave y al fin tu luz se apagó.
“Amar a los demás es la mejor manera de amar a uno mismo”, tal vez una de las frases que mejor refleje tu ser, tu vida.

Los retazos de memoria nos llevan a una orilla del mar donde mientras el viento y las olas compaginaban su existencia esperábais los barcos ingleses que nunca llegaron. Sin embargo si apareció el buitre negro, ese buitre que llevaría la vida de tu padre y de tu Madre, el mismo que te encarcelaría mientras te condenaba a muerte.

Tras los barrotes de color gris que opacaban el sol para cerraros la esperanza, cortaros las alas y abrir las lenguas, fue donde empezaste a sentir en tus carnes las garras mientras se alimentaban de tu vida y te hacían olvidar las hojas mientras resurgías en forma de padre, madre e hijo.

Decidme cómo es un árbol,
contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros,
habladme del mar,
habladme del olor ancho del campo
de las estrellas, del aire.

Querías que la poesía llamara a las puertas del mundo para pedir solidaridad con las personas que luchábais contra la dictadura. Tú hablabas de los héroes oscuros, gente sin nombre, gente anónima que sufrieron lo que tú, pero que no tuvieron un reconocimiento, esos héroes y heroínas cuyo voz quiere callar el mismo buitre que te tuvo en sus fauces veintitrés años. ¿Cuál fue vuestro pecado?

Mi pecado es terrible;
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre.
Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
ya muerte mi condena,
mis ojos van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de arcángel
vengador en mis venas:
España es sólo el grito
de mi dolor que sueña.

Con ese pecado se fueron quemando tus primaveras que recorrían las cárceles con entereza, orgullo y dolor. Dejas un legado de resistencia, de honradez, de poesía. Por qué la poesía es un arma cargada de futuro y tú nos demostraste su valía para ti, para nosotros, para el mundo.

Y ayer te apagaste después de una vida de poesía, de futuro. Tu herencia resonara en cada voz, en cada silaba, en cada vocal que salga de nuestras roncas gargantas. Cada verso está sembrado de ejemplo, de ti. Descansa en la tierra leve y sé parte de nosotros, sé parte de este amor hacía un mundo solidario, hacía un nuevo mañana, porque como decía Hegel: “Amar es dejar de ser, para ser más”


Retumban los tambores 
d'esta tierra nuestra,
donde cantan los labores 
que la siembra labran.
Sombra de esperanza 
que en la cárcel no murió
y por el viento su grito 
el alba logró.
Miles de puños 
emergen en el aire,
Miles de corazones 
lloran tu partida.
No es muerte
ni llanto 
ni agonía 
yo te prometo mi vida
en la lucha combativa.


En Honor a Marcos Ana.

Foto de José Camó.